La Indiscreta Bocatería

La siguiente entrada fue escrita hace más de cinco años así que es probable que esté desactualizada.

A ver, ese verano bueno, que vaya pasando. Que ya está julio roneándonos encima y lo que nos pide el body es bachata, calor, frigopies. Las dos horas de la digestión y la peste a crema para el sol. Que sí, que sí, el verano ya está aquí. Estamos los tortillers emergiendo de nuestras crisálidas, puros y luminosos porque del blanco nuclear que vestimos en la piel gracias a este fabuloso invierno no nos vamos a librar hasta que nos den vueltas en un grill para pollos (a ser posible sin introducirnos ningún palo). Si fuésemos tortillas alguno aún decía «es que los huevos son caseros» pero este color mortecino, de rabadilla de Iniesta, como de loncha de pavo, pues hay que quitárselo de encima ya. Sabemos que el coruñés típico se tira el pisto y el salmorejo presumiendo de que conoce unas buenas calitas o unos arenales fabulosos para ir a lucir el michelín de la alegría en los municipios limítrofes de la ciudad. Lo sabemos. Pero cuando el calor aprieta y la pereza es mucha, también sabemos que el coruñés se deja caer por Riazor u Orzán y se pelea a cuchillo por un huequito donde poner su toalla de palmeras. Que ya sabemos que hay un escalón y el agua esta fría y esas cosas. Pero es que queréis que os digamos, apoyar la espalda en el skyline de la bahía coruñesa no tiene precio. Tampoco lo tiene vivir las siete de la tarde en las playas del centro, cuando empiezan a vaciarse y a refrescar un poquito, pero nada que una chaquetita por encima no impida disfrutar del fin de la jornada echando unas cartas o tomando unas cervezuelas, viendo como el abrazo de la ciudad intenta ligarse al Océano Atlántico. O ver como el Monte San Pedro se guarda en un bolsillo de la camisa el sol mientras nos sacamos varios kilos de arena de las alpargatas en el paseo y le mandamos un helado en la furgonetilla de turno. Que sí, que hay días para calitas, pero también para Riazor y Orzán. Y si tanto bañito nos abre el apetito y vemos que vamos sin tiempo, siempre podemos ir a la Indiscreta a por una tortilla para llevar y estar seguros de que no se va a chivar del secreto.

Aspecto: Lo veis en su envase, una buena caja de plástico donde nos duerme el recién nacido tortillil. Decente pinta, estirada pero riquiña.
Jugosidad: Relativa. Tortilla de corte labrado, tejida de huevo y patata con algún chispazo de jugosidad. Esperábamos un mazacote pero nos encontramos algo muy notable.
Sabor: La capitana de la nave nos informó que llevaba todo el día haciendo tortillas y la que nos tocó a nosotros fue toda una sorpresa. Muy rica de sabor, juguetona sal y buen juego de patata y huevo. Nos dejó un regusto muy agradable. Ojalá tenerla en un bar.
Tamaño: Más que decente, generoso.
Precio: Un buen euro y medio.
Otras observaciones: Interesante concepto de bar de comida para llevar. Desde el mostrador se ve la cocina al desnudo para comprobar que no nos hacen trampas y nos sacan una tortilla de supermercado. Muy buena parada para ir por ejemplo al estadio, trato cercano y amable y muchas posibilidades para pedir.

Y el veredicto es…

Nota final: Esperábamos algo malo y la Indiscreta nos calló la boca. Repetiremos fijo. Esta tortilla estival nos ha conquistado por completo. Una gran opción de la zona para comida para llevar. Imposible que defraude. Le damos un 7,9/10
Lo mejor: Sabrosísima a muy buen tamaño/precio. Recomendadísima.
Lo peor: Quizás algo más jugosa, aunque quizás perjudicaría el sistema de ser «para llevar».

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Actualización 24/03/2023: Se acabaron los bocadillos al salir de Riazor y también la demostración de que las buenas tortillas no solo están en restaurantes con mantel de tela y recogemigas. Lo ha sustituido un negocio de pizzas al corte por el que seguro acabaremos pasando pero la verdad es que tendrá difícil conseguir que dejemos de echar de menos los bocatas indiscretos y lo amables y profesionales que fueron siempre con nosotros aquí.

La Indiscreta Bocatería está en la Avenida Buenos Aires en el número 9.

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