Costa da Morte: desde punta Roncudo hasta Fisterra guardando en sus aguas fabulosa colección de naufragios. Algo sabemos de eso en «la Coru», que no es la primera vez que desde Punta Herminia, mirando para ver si como dicen los perros viejos de Orillamar se ve Inglaterra en un día claro, lo que nos encontramos es un petrolero aullando fuego en mitad del Atlántico, como si fuese una ballena explosiva que viene a buscar nicho en San Amaro. Algo saben también de marineros naufragados por Montealto y es que tienen naufragos «inmigrados» desde toda Galicia que han construido el barrio llenándolo de recuerdos de cada pueblo de origien y reedificando así la realidad carnocha. Este espíritu bravú de Montealto, reflejo de la Coruña total, de momento se va defendiendo a viento y marea de la fauna de la especulación que parece que solo quiere convertir el paisaje en un Marina D’Or enxebre. Pues de momento nones, que donde hay pelo hay alegría y donde hay una cunca queda esperanza, de tasca en tasca nosotros también vamos naufragando y esperando que todas esas comparaciones odiosas («tal barrio es el Soho coruñés», «este otro se está convirtiendo en la Malasaña de aquí») se queden tan solo en fantasías de desapegados: Montealto es «el Montealto de aquí» y, ¡como si fuera poco! ben lle chega. A nosotros también nos llega, sobre todo mientras haya algo de papeo. Algunos tenemos barba, otros estamos más delgados, pero lo que más nos une al Robinson de Defoe o al Chuck Noland que hacía Tom Hanks es el hambre atroz que tenemos a todas horas. Y claro, saliendo de este Montealto de marejada y vislumbrando tierra en esta calita Costa da Morte del antiguo Campo da Leña (y ahora Plaza de España) vinimos a sacudir el árbol de las tortillas a ver si nos caía alguna en el plato. Y lo hizo.
Aspecto: Como una tortilla que una amantísima madre deja para que sus hijos caten de madrugada al volver de fiesta. Algo ajada pero llena de amor. Color pálido y esmero, de casa y no de casa Tarradellas. Gracias máter.
Jugosidad: Ausente. Cuajadita que no estamos para filigranas líquidas. Sobre todo, patata.
Sabor: Normal, fría, comible. Incluso un poquito mejor. El punto de sal tampoco es que sea la rehostia. Parece un poco de ayer.
Tamaño: Abrumador, muy grande. Tortilla estirada.
Precio: 2€, claro. Se hacen algo caros.
Otras observaciones: Tascaza, servicio correcto, gran pan. De esos sitios donde tienen cosas «para comer» y arreando. Pero no es mala opción.
Y el veredicto es…
Nota final: Quizás hubiese sido más típico aferrarnos a un tarugón para no ahogarnos, pero lo que nos encontramos en la Costa da Morte es una tortilla para salir del paso, algo fría pero 100% casera. Es por eso que aprueba raspado con un 5,5/10 y solo se hunden nuestras carteras.
Lo mejor: Grande, no está mala.
Lo peor: Cara, fría.
Y tú… ¿has probado esta tortilla? ¿qué te ha parecido? ¡Vota aquí!
Costa da Morte está en la Plaza de España en el número 14.