Junio querido ya ha aterrizado en la ciudad. Es como el primer partido de pretemporada. Con el cheiro de la sardina que va calando, los días que se alargan hasta lo indecible y alguna que otra jornada clandestina de toalla y bañete, hasta los armarios coruñeses parece que se alegran de vernos. Porque el primer manifiesto del verano es claro: aligeración obligatoria de vestuario. Pantalones cortos, vestidos, camisetas (por favor no sin mangas), sandalias, alpargatas y algún que otro polo, faldas, viseras, bañadores y fuera todo abrigo, todo jersey de lana, quemad las bufandas y sacad los pareos. El verano exige su propia etiqueta porque nos ofrece uno de los mayores placeres que se pueden hacer con buen tiempo: pasear. Y si no hay mucho viento incluso algo mejor: pasear bordeando el mar. Para algo tenemos uno de los paseos marítimos más largos (y más bonitos, me atrevería a añadir) de Europa. Así que si queremos desconectar del gentío y los coches no hay como coger el obelisco Millenium y dirigirse al oeste; hasta ver las barquitas de O Portiño tenemos una ruta muy agradable.
Pero además de para respirar aire fresco y desentumecer las piernas, estos paseos sirven para hacer ejercicio y todo ejercicio acaba por traer indefectiblemente algo de hambre… Sabemos que siempre ponemos la misma excusa, pero es que nos sentimos menos culpables de tapear si hemos quemado de antemano las calorías que vamos a consumir. En esta ocasión amarramos el barco en el Bar Anclas de Los Rosales, que algunos nos recomendasteis, y seguimos intentando subsanar nuestra deuda histórica con este barrio. Y es que en cada «parroquia» hay un templo de la tortilla donde acuden los vecinos con devoción y no estaría mal conocerlos todos. ¿Será este el de Los Rosales? Ahora lo veremos.
Aspecto: De corte solemne, algo cabanesca. No se anda con zarandajas de huevo líquido ni historias. No disimula nada y viene sin maquillar. Tapa clásica de bareto, confía todo al sabor.
Jugosidad: Y efectivamente no es la más jugosa de Coruña. Se hace necesario acompañar de pan y sin ser extremadamente quedosa, sí que es algo pegajosita.
Sabor: Su selling point. Viene calentita, sin cebolla, con un rico huevo y una patata esmagadita. El punto de sal es justo y el sabor es sublime, carismático. Riquísima sin contemplaciones.
Tamaño: Grande, para alimentar con creces.
Precio: Entre 1.65 y 1.85 euros.
Otras observaciones: El servicio es un poco perezoso aunque pudiera entenderse porque la terraza tiene pinta de ponerse como la Bombilla un sábado tarde. El pan es fresco. En general muy recomendable.
Y el veredicto es…
Nota final: Pues sí que hay un rey en Los Rosales, y aunque creemos que tiene mucho margen de mejora, el 8.3/10 que le otorgamos la hacen ser una apuesta fija para los habitantes del barrio. Recomendada.
Lo mejor: El sabor. Está buenísima.
Lo peor: Le falta jugosidad y es una pena.
Y tú… ¿has probado esta tortilla? ¿qué te ha parecido? ¡Vota aquí!
El Bar Anclas está en la calle Manuel Azaña en el número 60.