En ocasiones hacemos trampas. No, no creais que nos «untan» para decir que una tortilla está más o menos sabrosa o pedimos un impuesto revolucionario para no hablar mal de un local. Ojalá tuviéramos la fama suficiente como para ello. A lo que me refiero es que a veces vamos a tiro fijo, a bares donde ya hemos estado degustando la tortilla aunque no hayamos hecho crítica. Uno de estos es el Café Bar Manila (¡Uh!) ahí en Gómez Zamalloa haciendo esquina, un bar tortillero que nunca nos defraudó. Sumándole a esto que al ocupar la terraza y pedir la lista de tapas, la amable camarera nos anunció que la tortilla acababa de salir y estaba calentita, se nos hizo el culo pepsicola casi sin tiempo para reaccionar. La crónica del gustazo es la siguiente.
Aspecto: Volvemos al formato innovador de presentar la tortilla no en su variante clásica de sector de pizza sino como una colección de trozos que apuestan por un diseño novedoso que puede echar para atrás pero que en otros casos han presagiado grandes tapazas. Aunque somos muy clásicos queremos apostar por la innovación moderada. Ese brillo jugoso y ese portentoso trozo de chorizo que amenazaba con su rotundidad y avisaba de que aquí no se andan con mariconadas. Muy bueno.
Jugosidad: Excelsa, bien conseguida. Sin empapar, sin artificios, hace que la tortilla se deslice por la garganta. Esto sí que es jugosidad bien trabajada.
Sabor: Maravilloso, excepcional, tremendo. Un placer haberla comido una vez más. Puntito de sal justo, patata hecha en su punto, no se excede en el huevo y se afrancesa. Una tortilla como las escrituras mandan.
Precio: 1.50€ a los que se les da un besito antes de ponerlos en la barra para pagar.
Tamaño: Difícil es controlar el tamaño con este nuevo formato. Quizás podría ser un poco más grande aunque cumple su cometido.
Otras observaciones: Servicio excepcional, buenos precios y un bar cómodo y agradable en el que dan ganas de quedarse a comer la tortilla entera.
Y el veredicto es…
Nota final: Cae del cielo sobre Manila un 8.9/10. Lo decimos así sin mirar casi. Este es el ejemplo de las tortillas que adoramos, baratas, riquísimas y en una cafetería normal. Ese debe ser el futuro y por esta tapa se deberán medir y comparar muchas otras que quieran conquistar nuestros estómagos rugientes.
Lo mejor: De tan ricas que están son adictivas.
Lo peor: Quizás un poco más de cantidad y ya le habríamos puesto un pisito en la calle de la Franja.
Y tú… ¿has probado esta tortilla? ¿qué te ha parecido? ¡Vota aquí!
Café Bar Manila está en la Cuesta de La Unión número 1-3.