Esta crónica se escribe mientras el Deportivo golea a domicilio porque por si no lo sabéis, ahora resulta que ganamos partidos. Y eso, a cualquier coruñés o coruñesa, le hincha el papo como a un pavo real y hace que salga a la calle pensando que todo el monte es orégano, que el mundo es un lugar que se ha construido para su mero disfrute y no va a haber tortilla que no sea un elisssir deslizándose por su garganta. Pues ¡error! tarugos esiten y menos mal que estamos aquí la pandilla de la tortilla para deciros a donde sí y a donde no ir. Hoy nos pasamos por la Jamonería Montefurado, en la calle de la Torre.
No hay muchas calles más carismáticas que la calle de la Torre en esta ciudad, esa calle que sale del Campo da Leña y desemboca en Orillamar, allí donde ya se vislumbra en la lontananza ese edificio con luces que construyeron los romanos y que hace que todo oriundo/a de estas tierras en cuanto ve un faro en cualquier otro lugar del mundo diga «meh«. Si no habéis venido aquí en entroido acompañando a algún cativo o porque la fiesta del lunes de carnaval se os ha ido un poco de las manos, seguro que habéis encauzado la calle para perderos entre los licores del Montealto nocturno, rebuscar como locos en el Rastro de la calle San José o ir a la Escuela Municipal de Música a que pongan orden a vuestras melodías. Y ojito porque a poco que te despistes acabas en Marte! jeje.
Nosotros, que si por algo somos conocidos es por tener siempre hambre, también hemos ido por la calle la Torre pero a sus pastelerías, a sus hamburgueserías y a esta jamonería que nos ha salvado de la inanición en fiestas de María Pita. Porque los bocadillos que hacía la gerencia anterior estaban de muerte y esos chicharrones había que meterle diente no solo una vez si no al menos con periodicidad anual. Sin embargo, por lo que sea, no llegamos a probar nunca su tortilla, de la cual nos habían chivado que estaba a la altura de todo lo demás. Cuando por fin sacamos hueco, el local había sufrido una remodelación integral. Lejos ya quedaba esa jamonería de toda la vida y ahora se apostaba por una decoración diáfana y una carta más elaborada. ¿Saldría perdiendo la tortilla? Lo vemos.
Aspecto: Aquí hay un maestro kung-fu o algo que anda recomendado a los locales del centro que eso de espolvorear cebollino en la tortilla es darle un toque de elegancia. A nosotros nos parece una gilipollez, pero bueno, de vez en cuando no está mal ver este plato con una skin nueva. Por lo general buena pinta, de buen color.
Jugosidad: Se desmonta en cuanto cae. No es mala cosa. Es jugosa, aunque a ratos de trato algo paposo, todos tranquilos que habilita el mojeteo fácilmente.
Sabor: La tortilla, como se encarga entera, viene recién hecha. Blandita en toda su construcción, desde un desparrame de huevo algo más desaparecido en el sabor -sobre todo en la parte que no es la corteza- hasta unas patatas blanditas que llevaban hechas un rato. El sabor es algo que nos deja perplejos: hay algo en la mezcla que no detectamos, lo que en este blog a veces hemos definido como sabor caldero por cercanía a aquellos sitios que incorporan al huevo batido un poco de caldo para incorporarle nuevos sabores. No nos atrevemos a afirmar que sea el caso de este sitio y la tortilla nos vale, pero nos sorprende y nos gustaría saber qué cosas esconde.
Tamaño: Aceptable vamos a decir.
Precio: 9,5€ la tortilla pequeña.
Otras observaciones: La tienen con berenjena y queso curado (!) por algún euro más. El pan era bueno y casero pero también lo cobraban a 0.75€ por persona, lo cual nos parece algo cutrongo. Las croquetas estaban buenas. Más allá de eso, poca variedad de raciones.
Y el veredicto es…
Nota final: Nos da rabia no haber catado la tortilla Montefuradiana original. La actual es una tortilla más de la zona centro: precio algo elevado, buena factura al hacerla, se deja comer pero no logra un sabor inolvidable. El cebollino nos escamó pero más los matices que no identificamos y creemos que no funcionan del todo. Tratándose de una jamonería, de querer innovar se podría haber intentado hacer magia con el jamón, por ejemplo. Las manos que la hacen saben cocinar, creemos que falta que cambien algo en la cadena de montaje -quizás, algún ingrediente o un huevo de más calidad- para que comience a ser una tortilla de fama. Mientras tanto, nosotros le dejamos un 5,9/10
Lo mejor: Nos cuesta encontrar algo que destaque especialmente porque hasta la jugosidad que es su plato fuerte la desluce un poco el sinsabor del huevo y tampoco hay ningún fritito que ofrezca un juego de texturas. Pero sí, digamos eso, no es un tarugo.
Lo peor: Podríamos hablar de si el precio o no incluir el pan pero creo que lo más salientable es que para un local ambicioso y cuyo selling point no es su precio, el sabor es bastante normalero. Se come fácil pero tendría que estar muy buena. ¿Qué ha fallado? ¿Quién te ha hecho daño? Esperemos averiguarlo con el tiempo
La Jamonería Montefurado está en la calle de la Torre en el número 41