Tortilla vaga

Imagen de la tortilla vaga con el texto sobreimpreso Laboratorio Tortillero

A pesar de los diez años de arduo trabajo a nuestras espaldas, a pesar de las cuatrocientas tortillas que han pasado por nuestras fauces hambrientas, a pesar de nuestra abnegada dedicación a este noble fin que esperemos escriba nuestros nombres con letras de oro en los anales de la historia gastronómica coruñesa… hemos de reconocer que somos algo vagos. Quizás no para el papeo, que es algo que tenemos perfeccionado y ya lo hacemos con mínimo esfuerzo pero sí para todo lo que conlleve complicados movimientos como por ejemplo encender la vitrocerámica y echar aceite en una sartén.

Sin embargo, de vez en cuando consideramos que debemos confesarnos ante vosotras y vosotros y tras tanta rajada y crítica debemos ponernos delante de los fogones y probar a cocinar una nueva variante de nuestro plato favorito, todo por la ciencia y por el escarnio popular ante los más que posibles desastres que salgan de nuestra cocina. Esta vez probamos una receta que, a decir verdad, prometía irnos como anillo al dedo. Esta vez nos desperezamos y hacemos una…

TORTILLA VAGA
(o como no tener ánimos ni de darle la vuelta a la tortilla)

Hemos de reconocer que la primera vez que vimos este plato fue en A Curtidoría en Santiago, un local que os recomendamos y que además tienen comida apta para celíacos. No pudimos más que resistirnos a probar esta variante y acabamos encantados. Para la elaboración del plato nos guiamos por la receta del blog Directo al Paladar y por la de Obsesión por la Cocina. En ambas hacen referencia a que el inventor de la también llamada tortilla abierta es Sacha Hormaechea, del restaurante Sacha de Madrid. Así que al César lo que es del César y al lío scaloni. ¿Nos pasaremos de frenada de perezosos?

RECETA

Ingredientes para un picoteo de dos personas

  • 3 huevos
  • Media bolsa de patatas fritas tipo Bonilla
  • Un poco de cebolla en polvo
  • Lonchas de jamón serrano
  • Unas gotitas de aceite de oliva

Elaboración

  • Batiremos los tres huevos así como con desgana y los mezclaremos con la cebolla en polvo. Alguno se verá tentado a echarle sal pero ¡ojo! cuando hacemos tortilla con patatas de bolsa las patatas ya traen suficiente sal. No quiere decir que no se la podáis echar si ese es vuestro rollo, pero hacedlo con precaución.
  • En ese mismo huevo se echan las patatas. Si os gusta que quede más crujiente, no las remováis. En caso contrario, hacedlo. Easy.

  • Poned una sartén al fuego con dos gotitas de aceite.
  • Cuando esté caliente vertéis la mezcla dejándola deslizar desde el plato y os recordáis que no hay que removerla ni darle la vuelta a la tortilla.

  • Cuando el huevo se vea bastante cuajado en su parte exterior, troceáis las lonchas de jamón y las echáis por encima como quien no quiere la cosa.

  • La dejáis un minutito más y la emplatáis de nuevo sin darle la vuelta. Por dificultad no ha sido, ahora, ¿será comible este despliegue de holgazanería? Lo veremos.

LA CRÍTICA

Aspecto: Aunque la foto lo desluzca, la verdad es que espectacular. La buena calidad de los huevos (imprescindible en esta receta) hace que brille como un sol y la patata (nosotros la hemos removido un poco) queda integrada en su parte de abajo pero sobresaliente.
Jugosidad: Depende de lo que dejemos hacerse el huevo, pero si somos algo cucos y es poco, conseguiremos fácil que el huevo del centro quede líquido. Bien mojetona.
Sabor: Como comentábamos, la materia prima es imprescindible. Si tenemos buenas patatas de bolsa, buen huevo y un jamón medio decente, el sabor es de 10. La duda de si sabría muy afrancesada se olvida con el huevo jugoso y si en el bocado que llevamos a la boca va un poco de todo, la experiencia es como la de marcar un córner en el 90.


Tamaño: Sacia más de lo que parece, pero no sirve para rillar, claro.
Precio: Quizás algo más elevado que una tortilla normal por el coste de la bolsa y el jamón, pero vale la pena.
Otras observaciones: La dificultad ya visteis que es mínima. Lo único que recomendamos es tener una buena sartén que no se pegue para que la tortilla se deslice al emplatarla. Cuando la comimos en Santiago recomendaban romper y mezclar en el plato, como si se tratase de un revuelto.

Conclusión final: A los mojeteros les va a encantar. A los que quieren probar experiencias nuevas les va a encantar. A los que les gusta eso de jugar con distintas texturas les va a encantar. Y a los vagos y perezosos que quieran marcarse un detalle original cuando alguien venga a cenar a casa, les va a solucionar la vida. Todo en esta tortilla es simple y complejo a la vez pero su sabor final es un escándalo, algo digno de ser catado. No es una tortilla de patatas al uso, claro, pero en la diferencia también está la esencia. Nosotros, embelesados por el descubrimiento de que con poco esfuerzo se puede degustar un plato extraordinario, le damos su enhorabuena a Sacha y a la tortilla…

Cuatro huevos y medio sobre cinco

Y vosotros ¿qué? ¿Os animáis a probar esta tortilla deconstruida? ¿Tenéis miedo a ser los primeros a los que os salga mal? Pues nada de eso, atreveos a probar esta delicia y compartid vuestra opinión en los comentarios.

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