La Abuelita Vinoteca

Tortilla de La Abuelita Vinoteca
La siguiente entrada fue escrita hace más de cinco años así que es probable que esté desactualizada.

Quizás habría que hacer un especial de Rubine, esa calle ventolera que se salpica de locales de todo tipo en cada una de sus orillas. Habría que hacerlo, más que nada, para obligarnos a encontrar una tortilla que valga la pena comer porque las breves incursiones que hemos hecho han ofrecido resultados algo decepcionantes. La de La Abuelita Vinoteca desgraciadamente no es una excepción.

Algo bueno ha de haber, demonios. De algo tendrán que vivir todos esos deportivistas que salen de Riazor dirección centro para festejar un triunfo (aunque a estas alturas eso suene a fábula) y necesitan, como todo quisqui, llevarse algo a la boca antes de empezar a brindar. Algo tendrán que picar los adolescentes de los institutos cercanos que salen en el recreo, algo tendrán que cenar los que vayan a ver un concierto al Garufa o vuelvan de pegarse un baño en la playa en verano. Y hablando de playa: ¿acaso a nadie que vaya a los conciertos de la playa se le ocurre parar por esta avenida buscando tortilla sin necesidad de llevarse a la boca un plato más que olvidable?

Creemos que hemos tenido mala suerte y sobre todo esperamos que así sea. Ojalá esta sospecha sea cierta y una tortilla jugosa nos espere escondida en alguno de los bares (y si sabéis cual es ¡contadnoslo!) y por fin podamos proclamar una reina en Rubine que gobierne a las demás tapas sobre su trono de plato pequeño. Mientras tanto, a sufrir cosas como ésta.

Aspecto: Inquietante. Tortilla gruesísima, de color amarillo blanquecino decorada con una no menos inquietante brizna verde. Composición arriesgada que no consiguió emocionar al jurado. Eso sí, por la pinta parecía poder alimentar a un regimiento.
Jugosidad: Nula. Tortilla de puré que se deshace, tocha, densa, taruguera, pegajosa, aguerrida y no baja por la garganta ni que le des patadas.
Sabor: Muy caliente, recien hecha. De sal algo sosa, con la aceitada padre supurando en cada mordisco. Deben tener convenio con Carbonell. Al principio es pasable, con su patata esmagada, gruesa, va bajando como zafarrancho casero. Al final acaba por sentar algo mal, demasiado densa, una digestión no apta para todos los estómagos. No pudimos acabarla; no podemos recomendarla.
Tamaño: Enorme, inabarcable, inconcebible para los estándares humanos.
Precio: 10€.
Otras observaciones: Bastante descontentos con el servicio, por ser suaves. No existe una buena comunicación con los camareros/as, parece que no esperan recibir a nadie para comer. Tienen una zona en la que apilan el «parque infantil» dando sensación de comer en un almacén. La carta es muy floja y encima discutimos que nos cobraron más consumiciones: la respuesta a esto fue que el método que tenían de comprobar las que tomamos era retirarlas de la mesa y ponerlas en otra interior para contarlas, sin tickets ni recibos. Lamentable, vaya,

Y el veredicto es…

Nota final: No hay por donde cogerla. Ni Abuelita Vinoteca ni Abuelito Vinoteco. Le damos un 3.3/10 pero recomendamos encarecidamente no venir. No nos sentimos cómodos cuando no tenemos ni un ticket a donde aferrarnos y una tortilla tan pesada acabó por sentar mal a alguno. No todos los tarugos que quitan el hambre valen. Éste desde luego que no.
Lo mejor: Difícil salvar algo pero por 10€ es imposible que pueda comer más gente de ella.
Lo peor: El servicio. La densidad de una tortilla bañada en aceite. Huyan.

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La Abuelita Vinoteca está en la Avenida Rubine en el número 17 (sótano)

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