La Tacita de Oro

Se nos ha nublado el verano de tanto usarlo. Tanto sol, tantos días sin lluvia, tanto chapuzón al final irremediablemente tenían que desembocar en un mar de días grises y peletillo. Y también se está encapotando la previsión sanitaria. Ya han vuelto algunas restricciones y, a pesar de que la imagen general cuando uno pasea es que todo el mundo respeta las normas, seguro que hay mucho margen de mejora para evitar que nos vuelvan a confinar. Como no queremos volver a las tortillas terribles aquellas de supermercado, hacemos un llamamiento a la responsabilidad y solidaridad entre coruñesas y coruñeses. Mientras que la situación lo permita seguimos papando: hoy en la Tacita de Oro.

Todo un clásico de la calle Chile, este bar que siempre goza de buena entrada está más encaminado a comidas, incluso de grupos grandes, que para tomarse un café. Pero cuando uno pasa por delante no es de extrañar, pero a unos echando la partida, otros tomando un desayuno rápido o incluso forofos futboleros que desde la barra siguen con atención las desventuras de su equipo. Nosotros allí nos plantamos en el turno matutino para seguir a la escuadra que más nos gusta: la que forman el huevo, la patata y el pan.

Nos hemos quedado sin fiestas de María Pita este año así que hemos dedicado el tiempo libre a patearnos Coruña y visitar muchos de los locales que nos habíais recomendado. Algunos los hemos cazado, otros desgraciadamente han cerrado, no tenían tortilla o no tenían sitio. Cuando esta circunstancia se ha dado en más de una ocasión que hemos intentado catar en el bar, hemos borrado la recomendación de nuestra lista de pendientes. Son muchos los locales que tenemos por visitar en la ciudad e insistir varias veces con alguno cuando otros no han sido visitados nos parece injusto (y un poco frustrante por nuestra parte). Sin embargo, os invitamos de nuevo a que sigáis recomendándonos bares, sean de tortillones o de tortillas terroríficas, para que podamos seguir poniendo banderitas en el mapa y contándoos qué tortillas hay en la ciudad.

Aspecto: Esta fascinante disposición nos retrotrae a tiempos pretéritos un poco más abajo en la calle, cuando disfrutábamos de las sabrosísimas tortillas del Mesón del Hockey. Cuadradotes cortados, preparados para pincho, que en su conjunto juntan una tapa bien grandota y de buen color.
Jugosidad: Cuajadera y mazacotil. Como era de prever, asume bien un líquido para dejarse tragar. Se desmigaja.
Sabor: Nos ofrecieron el pincho pero pedimos tapa. De factura suave pero con algunos reaños. Patata tocha, poco huevo, mezcla resultona que aniquila nuestra hambre. Se parece a la del Mesón, pero sin aquel sabor profundo que tenía aquella. Dejes caseros, algún exceso mínimo de aceite, sal justa. Una tortilla que sin ser muy potente sacia y no disgusta, salvo a aquellos que busquen que se vierta el huevo en el plato.
Tamaño: De sobra, parecen ser dos o tres pinchos. De constitución gruesa.
Precio: 2.50€ que, por qué no decirlo, podrían ser menos.
Otras observaciones: Nos la traen con doble pan. El servicio es muy bueno, hay más tapas y el local tiene fama de tener muy buena cocina.

Y el veredicto es…

Nota final: No vamos a negar que se nos encogió el corazón cuando pensábamos que habíamos encontrado la extinta tortilla del Hockey. No fue así, pero la de la Tacita de Oro es una decente sucesora. Indicada para aquellos a los que la mañana se les hace larga, esta matahambres seguro que no disgusta, sobre todo si no vamos buscando mojar el pan al final. Nosotros, que sí lo buscamos, la dejamos en un 7,3/10
Lo mejor: Te quita de comer
Lo peor: Ya hemos hablado mucho de la jugosidad así que aquí nos quejaremos de que 2.50€ ya es un precio algo alto

Y tú… ¿has probado esta tortilla? ¿qué te ha parecido? ¡Vota aquí!
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La Tacita de Oro está en la calle Chile en el número 4

Actualización 27/02/23: Otro bar que se nos va y quedamos huérfanos de artesanos de aquella tortilla en cubos que nos ponía el Mesón del Hockey. Esperando que nuevas generaciones recojan el testigo y puedan seguir explotando esta vertiente tortillil, derramamos una lágrima mientras decimos adiós a la Tacita de Oro.

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