Restaurante Roma

La siguiente entrada fue escrita hace más de cinco años así que es probable que esté desactualizada.

Orillamar más que una orilla parece un balcón. Y es que desde allí casi se puede ver a los treintañeros (esa «peñita rubia» que decía Perdomo) de las terrazas de Santa Cristina. Y oye, que de no ser porque al salir de la Repichoca normalmente no se está para caminar cien metros (mucho menos para nadar) algún valiente seguro que se atrevía a cruzar la ría. El problema es que igual lo traían de vuelta a Orillamar, pero no a la Repichoca ni al cuartel de Policía para detenerlo por jamao; sería para llevarlo a es casa que compartiremos en un futuro muchos coruñeses: el cementerio de San Amaro. ¿A que nunca tuvisteis compañeros de piso tan molones como Manuel Murguía o Eduardo Pondal? ¿Os imaginais que le decís a Alfonso Molina que deje de traer gente a casa? ¿Y si Lugrís Freire se empeña en hacer un mural en el salón? Seguro que si os desaparecen los yogures es culpa de alguna de las criaturas mágicas de Wenceslao Fernandez Flores.

Sea como sea, os deseamos que ese momento llegue lo más tarde posible y que aún disfrutemos de miles de tortillas todos juntos (como esta del Roma), también en el balcón de Orillamar. Y cuando llegue dentro de mucho intentad no preguntarle a Doña Juana de Vega por la hora a la que cierra «su Opencor», que ya bastante tiene con lo suyo.

Aspecto: Nos informaron de que no quedaba tortilla normal y solo quedaba paisana. Pues pedimos paisana, sin remilgos. Ahí fue cuando nos trajeron este sinfin de colores, cuasi experimental, cercana al arte más vanguardista. Como podéis comprobar no guarda secretos. Nos dejó algo confusos tal despliegue y creemos que muy guapa, guapa non é.
Jugosidad: Bastante decente pese a ser un buen tarugo. De tantísimos ingredientes no sabemos cual ayudaba más.
Sabor: No somos nosotros los grandes expertos en tortilla paisana, ya lo decimos ahora. Sin embargo, un acompañante que parecía tener algunas nociones más aseguró que pocas veces lleva como ingredientes los guisantes o el bacon. Le haré caso. La cuestión es que esta tortilla con alma de «xatevín» sabía a… paella. Y es normal con tanta mezcla, lo mágico era que aún supiera algo a tortilla. No estaba mala mientras te guste la paella pero a partir del tercer bocado a nosotros se nos hizo dura de acabar.
Tamaño: Gigantesco. Colosal.
Precio: Asombrosos y baratos 1.40€ que para venderla al peso hacen de esta una de las tortillas más baratas que podemos encontrar al norte del puente del Pasaje.
Otras observaciones: Buen pan. Al entrar para pagar, oh sorpresa, vimos que quedaba tortilla normal. Seguimos con el culo torcío por ese giro del destino que les impidió ofrecernosla, sabiendo además que probablemente hubiese llevado mejor nota.

Y el veredicto es…

Nota final: Cuando Federico Tapia os diga que os invita a un vermú ahí afuera que está harto de ver siempre las mismas murallas, pensad que nosotros le dimos al Roma un 4.7/10. Eso sí, probablemente la tortilla normal tenga más que un aprobado. Somos unos clasicotes.
Lo mejor: Riquísima tapa si te gusta la paella y no puedes tomar arroz por alguna alergia. Grande.
Lo peor: Que no sabe a tortilla, para nosotros una afrenta.

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El Restaurante Roma está en la calle Orillamar número 80-90 bajo

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