Bo&Go

Parece que habéis disfrutado con nuestro gracioso equívoco en el Café Carlos. Pues la historia que os traemos hoy creemos que supera esa experiencia cercana a la muerte. Y es que a veces la cata tortillera se convierte en una lucha del hombre contra los elementos, un duelo en el que solo puede quedar uno, un mirarse a los ojos con ese objeto inanimado que se asienta en el plato y susurrarle «para tarugo, yo» y a partir de ahí, cada uno con sus armas, intentar acabar con el otro. Pero claro, eso es cuando no entran otros contendientes a la batalla como nos pasó en el Bo&Go.

El Bo&Go es un local de La Marina de reciente creación que como la mayoría de esa zona parece que lo que tiene que ofrecer son principalmente bonitas vistas. Dejando de lado a las fabulosas heladerías de la zona (aún lloramos la perdida de La Italiana), la oferta gastronómica de estos sitios está orientada a un público más turista, menos acostumbrado a los productos de esta tierra o, ¿por qué no? Con menos escrúpulos y más cartera para soportar precios astronómicos por productos de exclusivo lujo como pueden ser un café con leche. Y al parecer para nuestra sorpresa, un target de público bastante heterogéneo. Todo empezó cuando un chivatazo nos puso sobre la pista: en el Bo&Go hay una buena tortilla. Y nosotros, que somos como perros de presa que ni podemos contenernos cuando hay un soplo de estas características, allí nos plantamos.

Aprovechando una tarde soleada, un integrante de nuestro equipo aposentó sus nalgas en la terraza y le solicitó al camarero una cocacola y una tapa de tortilla. Viendo que la gestión aún tardaría algo y como ya tenemos una edad que la vejiga es caprichosa, decidió aprovechar para ir al baño a regar la maceta. Cuál fue su sorpresa cuando, al volver a su mesa, se encontró deslizándose en picado hacia su sabrosa tapa de tortilla (que mientras tanto había dejado el camarero en la mesa) a una gaviota de por lo menos 30 kg (dramatización). Con movimientos sobreactuados nuestro amigo intento evitar que le robasen el plato pero la gaviota metió un picotazo con precisión quirúrgica que dejó la mesa temblando y, una vez hecha su cata particular (y algo caníbal si lo pensáis), salió volando para, imaginamos, publicarlo en su blog gaviotil. Aquí la prueba para que veáis que esto es real como la vida misma.

Nuestro amigo desamparado, envuelto en lágrimas, busco la mirada de consuelo del camarero que atendía la terraza pero este estaba prácticamente pidiendo la doble nacionalidad en Estocolmo. Un esfuerzo titánico de tener el cuello girado 80º no sabemos si para librarse de trabajar (lo cual respetamos de corazón) o para no ser considerado cómplice de ese atraco a pico armado. Ante tal muestra de indiferencia de este doble agente, nuestro tortiller desistió de explicarle nada y simplemente renunció a su tapa, se bebió la cocacola, pagó y se fue hundido. Nos gusta la tortilla pero no tanto como para comerla a pachas con un ave acuática.

A cualquier otro esta batalla perdida le hubiera quitado las ganas de volver pero aquí en Aún Pillas Tortillas tenemos un compromiso inquebrantable con el pueblo y allí fuimos otra vez. La crítica que viene a continuación obedece a esta segunda cata. La alternativa hubiera sido una sucesión de chistes sobre pájaros o directamente estar escrita con graznidos de gaviota. De nada.

Aspecto: Mantel y cubiertos negros. Qué elegancia la de Francia. La tortilla algo pálida aunque no lo parezca.
Jugosidad: Melosita la huevina, con líquido pasa sin mucho problema aunque a ratos se hace quedosa.
Sabor: Patata blanda, sabor decente, sin alardes. Una tortilla cafetera típica, no está mal pero tampoco es para presumir. Viene recalentada, es probable que ya lleve un tiempecito entre nosotros. Toque saladito pero no está mala. Aprueba de sabor.
Tamaño: Buen tamaño. Sacia, sobre todo cuando no tienes que compartirla con una gaviota.
Precio: Creemos recordar que lo de los precios era un galimatías. Al final sacamos la calculadora y resulta que era 2.50€ de la tapa, más 30ct por el suplemento de terraza y creemos que a día de hoy ya vale todo 30 céntimos más… Así que se queda en 3.10€. La inflación y lo que queráis pero en otros sitios la cobran a un euro menos.
Otras observaciones: Pan grande y aceptable si el grado de aceptación tolera que sea algo correoso. El servicio necesita algo de formación para combatir a los animales salvajes. En el transcurso de esta segunda tapa hubo que alejar a una paloma que venía con intenciones y otra consiguió llegar a entrar en el bar. Experiencia regulera si quieres llenar el buche pero sensacional si quieres emular a Frank de la Jungla.

Y el veredicto es…

Nota final: Igual la gaviota quedó encantada, nosotros pensamos que para este viaje no hacía falta tanta alforja. Quizás otro día esté mejor pero el que fuimos era una tortilla absolutamente normal y algo sobrepreciada, por la localización o lo que queráis, pero igual preferimos tortillear donde solo puedan entrar perritos además de seres humanos. Esperamos que las próximas catas nos podamos ceñir a la ingesta. Lo que también vamos a ceñir es un 6,1/10 alrededor de esta tortilla que disfrutan todo el mundo animal.
Lo mejor: Como hemos dicho anteriormente, las vistas.
Lo peor: Hay días en el que al cocinero le sale más jugosa, otras que tienes que ver como te la quitan de los fuciños. Lo que sí que pasa siempre es que te cobran 3€ por una tortilla normalita. Pues eso.

Bo&Go está en la Avenida Montoto en el número 9

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