Bocarrana

Tortilla del Bocarrana
La siguiente entrada fue escrita hace más de cinco años así que es probable que esté desactualizada.

Los alrededores de la Plaza de Vigo han visto como en la última década los últimos bares, restaurantes y cafeterías tradicionales de la zona han ido siendo sustituidos por locales chic. Cuando cae la época del conocido concurso Picadillo, hay una fiera competición entre ellos para ver quien innova más en la tapa original, señal de que el cambio de paradigma llega también (y a veces de primero) a las barrios de más cuartos. No sabemos exactamente donde encuadrar al Bocarrana, el sitio que nos ocupa hoy.

Poca tasca queda por esos lares: ahora lo que se estila es la vinoteca y gastrobar; hasta el sempiterno Casa Ponte que conserva bastante fielmente su estética original, apostado entre bares minimalistas y de luz tenue, ha incorporado a su carta platos más elegantes que las raciones de toda la vida. Nos falta pasar a probarlas algún día que por lo visto tienen buena pinta. De los vermús sí que hemos dado buena cuenta. Os los recomendamos.

Desde que Daniel Aranzubia paseaba un carrito de bebé por las terrazas cercanas al parque hace que no nos acercábamos a esta zona, ahí es nada. Normal, por tanto, que llegásemos con ganas de descubrir alguna tortilla de calidad excelente que nos estuviéramos perdiendo para nuestra desgracia. O al menos para encontrar a Aranzubia y ofrecerle volver al Depor. Desafortunadamente ni una cosa ni la otra: ni portero de garantías ni tortilla decente. El culpable fue el Bocarrana.

Aspecto: Oler olía muy bien, eso es verdad, pero ahí se acaban los piropos. Además de venir ya cortada (¿para qué? eramos más comensales que trozos, nos habéis planteado un problema de logística ya de primeras) nada más abrirla, como podéis comprobar abajo, la patata tenía un aspecto viejo, de llevar muchas horas cortada y haber perdido frescura. Alguna de ellas de tan poco fresca estaba negra de quemada.
Jugosidad: Algo jugosa era pero no parecía que estuviera conseguido con maestría en el punto de cuaje. Creemos que, quizás, sin poder afirmarlo con rotundidad, le incorporaron algún líquido externo a la mezcla. Esto, en la medida de que no nos importa, es un truco que hay que manejar bien para no restar sabor.


Sabor: La temperatura fría, la patata oxidada, el sabor a tortilla vieja como de patatas de bolsa, todo decepcionante. El huevo mezclado con algo más de líquido y por encima nos encontramos una cáscara del tamaño de la uña del pulgar, algo además de imperdonable, denunciable. Para salir huyendo.
Tamaño: El tamaño era amplio, eso sí.
Precio: No sabemos el precio exacto de la tortilla pues contratamos un menú de varios platos pero la impresión general era de que todo era más caro de lo que merecía. Y eso que merecía poco. La sensación fue la de comer regular por un precio no especialmente económico.
Otras observaciones: El servicio tuvo sus altibajos. La cantidad de comida que nos trajeron era a todas luces insuficiente para lo contratado por comensal y precio. Luego se ofrecieron a enmendarlo (tras quejarnos) pero dada la hora que era (tardaron bastante en servir) lo sustituyeron por café o copa. El resto de platos que probamos no eran nada del otro mundo (incluido un revuelto encharcado que costó tragar). Lo mejor unos crujientes de pollo, ya véis.

Y el veredicto es…

Nota final: Si hubiera que definir el sabor de esta tortilla con una palabra sería correosa. Es una tortilla vieja que no se debería servir en ningún restaurante. Si además de esto tiene una cáscara de huevo enorme en medio, directamente es para irse del sitio. Todo lo que le rodeó no contribuyo a mejorar la experiencia. Se lleva, siendo generosos, un 2.7/10.
Lo mejor: Lo mejor es escoger otro sitio distinto al Bocarrana para cenar.
Lo peor: Efectivamente la cáscara que funciona de guinda a una tortilla olvidable.

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El Bocarrana está en la calle Emilia Pardo Bazán en el número 17

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