A Estrela dos Castros

La siguiente entrada fue escrita hace más de cinco años así que es probable que esté desactualizada.

El avance imparable de la civilización moderna tiene consecuencias bien curiosas. Al parecer, a veces el progreso consiste en tapar los bosques con hormigón para luego poner un par de macetas, plantar dos palmeras traidas de un país lejano y llamarle parque o zona verde y sentirse como si salvásemos el planeta. ¡Vaya prácticas maravillosas! Otra muy bonita es poner luces y farolas que brillen hacia arriba y no nos den luz a nosotros. No sé si será para captar extraterrestres porque en caso que quieran aterrizar aquí iban a quedar deslumbrados y no precisamente por el nivel de los políticos.

Así va: de tanto construir y construir nos quedamos sin tierra y nos quedamos también sin cielo. Y es una lástima porque lo de mirar a las estrellas, hobby que lleva prácticándose desde que el primer mono se puso de pie con un suspiro acompañado de un «aaaay os cadrís», debería ser un derecho universal. Y de hecho lo es o al menos así lo recoge la Unesco. Pero por mucho derecho que haya, uno pone un pie en Coruña y a menos que alguien le haya cortado los cables a Fenosa, las únicas estrellas que va a haber son las que pongan en los bares. ¡Que no están nada mal! Pero bueno, que no es lo mismo.

Nosotros, que aprovechamos cada ratito que tenemos para escaparnos al campo y ver si aún nos acordamos de cual era Orión o distinguir las osas, cuando el día a día no nos permite esa escapada buscamos otra luz brillante y amarilla que nos sonríe desde los platos de los bares: tortillas a tutiplén que también pueden llegar a ser galácticas. Nunca juntamos suficientes para armar una constelación grande, pero no nos importaría que si algún día nos tragase un agujero negro, al otro lado hubiese un planeta tortilla. Aunque para agujeros negros el estómago de alguno cuando se acerca la hora de la comida… ¡Salud!

Aspecto: Gramado y somnoliento, algo de crujicórtex. Amplio. Con abriguito de huevo cuajado ya avisando de que nos va a quitar el hambre.
Jugosidad: Para amantes de la hechura, esos que anhelan la tapa que no derrama. Pero nada intragable.
Sabor: Nos avisaron de que solo quedaba con cebolla (buen detalle) y si queríamos que la calentasen. Bastante sabrosa, quizás una corteza algo gruesa pero del todo convincente. No llega a estelar pero muy apropiada para terrícolas.
Tamaño: Muy buen trozo. Amplio.
Precio: 1.80€ de justicia.
Otras observaciones: Un servicio excelente y además nos pusieron unos trozos de churrasco by the face. Así se entiende la gente.

Y el veredicto es…

Nota final: No sabemos si entraría en un all-stars, pero desde luego que no acabaría estrellada. Esta tortilla de Os Castros se lleva un 7/10 bien merecido y con el hambre que llevábamos nos supo a cielo. Delicia g-astronómica.
Lo mejor: Buen trozo y sabroso, imposible que defraude.
Lo peor: No demasiado jugoso, no sabemos si por horas o porque es así el estilo del bar. Para gustos.

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A Estrela dos Castros está en la calle Francisco Vales Villamarín en el número 14.

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