Luz de Gas

La siguiente entrada fue escrita hace más de cinco años así que es probable que esté desactualizada.

¿Nos echábais de menos? Pues aquí estamos ya. Arrancamos con vosotros este 2016 de travesía tortillera mirando hacia la tabla de salidas de la estación. Nos hemos dado cuenta de que hay algo mágico en las paralelas a las vías de tren de San Cristóbal. Parece que nos situan, aunque no tengamos ninguna excursión prevista, en el plano cósmico de los viajeros, aún en Coruña pero ya viajando con la cabeza hacia otro lugar. A lo largo de la Sardiñeira o sobre todo de la Avenida do Ferrocarril, las terrazas que miran como los trenes se despiden son mayoría ruidosa. Seguro que más de uno desde alguna de ellas tomó la decisión de hacerse el petate e ir a recorrer mundo. O igual no, porque hay que recordar que en cuanto uno llega a Pedrafita ya empieza a olisquear que ciertos pilares de la vida empiezan a cheirar a tarugo. Hablo de la tortilla, claro. Porque lo de largarse a ver el mundo está muy bien, pero hay cosas que se echan pronto de menos y si la familia es una, la comida es otra.

Hay que ir muy preparado y valiente para no volver a las primeras de cambio con el rabo entre las piernas (que por otra parte siempre pensé que era el sitio habitual) llorando con un trocito de pan, pidiendo un plato donde mojar. Aún hay un drama mayor, aquellos a los que los meten en un tren a la fuerza y tienen que largarse a las europas a buscar un trabajo que aquí se les resiste. Ellos sí que son valientes, que no tienen opción, y seguro que se vuelven locos buscando patatas para freir por supermercados de todo el mundo. Aún hay un drama mayor, aquellos que de lejanas tierras se ven obligados a huir con lo puesto, con sus familias y sus vidas comunes a otros sitios donde sus expectativas sean dignas de ser humano. Importante es que la Coruña los acoja y les adopte como ciudadanos tan coruñeses como nosotros. Y de paso también enseñarles el noble arte del tortilleo, ¡claro!

Aspecto: Potentorra y tosca. Cual niño fuertecito, con buen fondo. Algo blanquecina pero siendo invierno es todo comprensible.
Jugosidad: Escasa, algo estomagante, con muy poco huevo. Cuesta tragarla entera.
Sabor: Muy densa, posible tapón estomacal, anden con cuidado. Temperatura gélida como maneras de agente de la ORA y lo peor: dos patatazas crudas que amargan la cata y te obligan a afilar molares. Qué miseria.
Tamaño: Grande, vaya bicho de tortilla. Para calzar un aparador.
Precio: 2.30 eurazos que si estuviera cojonuda aún tenían xeito. Pero no es el caso y se hace muy caro. Se paga al peso.
Otras observaciones: Empanadita de pincho, servicio atentísimo, decente pan. Lástima de tapa.

Y el veredicto es…

Nota final: Pues no sabemos si este tarugón nos llevará a algún sitio de viaje pero si lo tiramos al agua en Riazor no flota, esto os lo digo por estas que son cruces. No es una tortilla especialmente cuidada y sobre todo es muy cara. Se lleva un 4,2/10.
Lo mejor: Un cañón, comes eso y no cenas ni desayunas, asegurado. Grande y densa.
Lo peor: Cara, seca y con dos patatas crudas de regalo. Vaya plan.

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Luz de Gas está en la Avenida do Ferrocarril en el número 15

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