Nos va la marcha, nos va la maldita marcha. Si no ¿cómo se explica que volvamos a probar una tortilla precocinada de supermercado? ¿Por qué nos hacemos esto? ¿Acaso no hemos recibido suficiente cariño de nuestras madres? O es que al final nunca perdemos la esperanza de encontrar algo que nos permita matar el gusanillo a golpe de microondas, cuando la pereza nos vence incluso para coger un pelapatatas. También están las ganas de llevar la contraria: ¿Al sitio donde has sido feliz no debieras tratar de volver? Pues nosotros en la cola del ̶O̶p̶e̶n̶c̶o̶r̶ Supercor lo hemos sido muchas veces.
Ahora, con el poso sosegado que nos ofrece la distancia en el tiempo, miramos con añoranza a esas chavalas y chavales que hacen cola por hielos, probablemente para echarlos a un Sunny Delight y comentar las últimas manualidades de Art Attack o si no es así ya no sabemos nada de la vida. Sea como sea los fines de semana en Juana de Vega se lía y en la hora punta da igual que tengas un antojo de una rufles jamón, que te veas necesitado de Fairy o que te hayas olvidado del regalo para tu ahijado. Los puestos de la cola para pagar se defienden a cuchilladas, sobre todo si a las 10 de la noche dejan de vender alcohol.
Imaginaos la escena: un grupo de tortillers haciendo cola en silencio, llevando una única tortilla precocinada para todos como si fuera la virgen en procesión, entre tanta gente que ha acudido al Supercor pues estaba en una situación de vida o muerte. Pues ahí estábamos, entre cervezas, peluches y pollos asados, protegiendo nuestro botín, que esperábamos que de una vez por todas fuera el Santo Grial tortillero instantáneo. ¿Fue ese el resultado? ¿Conseguimos lo que buscábamos? Evidentemente no pero lo bonito es contarlo.
Aspecto: El microondas parió una tortilla inquietante, brillantita y de un grasiento que se veía desde el depósito de agua del Castrillón. «Será que le echan algo para que se conserve». Sí, laca. Porque si te dicen que está hecha con PlayDoh, te lo crees.
Jugosidad: Tú siempre fuiste dura de pelar, dura de pelar. Al cortarla se desmonta en polvo de tortilla y hay que empujarla con un palo para que descienda por la garganta. Lo único que agradecemos es que la grasuza que rezuma facilita algo esta labor.
Sabor: Extendámonos aquí. La tortilla del Supercor presenta un huevo pobre que no sabe a nada, una patata perversa y medio cruda y un baile entre ellos que arroja unos destellos rarísimos, unos disparos de sabores diversos en la boca que nunca esperaríamos encontrar en una tortilla. Si nos la cuelan en un bar la devolvemos: o vomitada o tal y como vino, que tampoco hay mucha diferencia. Esta tortilla es peor que mear contra viento. Huyan.
Tamaño: No le daremos la puntuación alta pero a efectos prácticos el tamaño tiende al infinito y contradice las leyes de la termodinámica.
Precio: Dos monedas de un euro
Otras observaciones: La hay con y sin cebolla porque las desgracias en esta vida nunca vienen solas. El servicio pues ya me dirás, yo intenté hacer lo mejor posible el trayecto del microondas a la mesa de la cocina pero igual para notable no me llega.
Y el veredicto es…
Nota final: ¿Cómo catalogar esta tortilla sin utilizar palabras que empiecen por P y por M? Ok, vamos a intentarlo: esta tortilla es infame, una falta de respeto. No debería comercializarse como alimento si no como resto arqueológico de una civilización que solo conocía las tortillas por foto. ¿Un consejo? Gastad vuestros dos euros en cualquier otra cosa y olvidad este detestable preparado al que le damos, por ser generosos, un 1.6/10.
Lo mejor: Es que seguimos vivos.
Lo peor: Desde que la recogimos de la nevera del Supercor hasta que echamos la bolsa de basura con la mitad de la tortilla en el contenedor de orgánico absolutamente todo.
Y tú… ¿has probado esta tortilla? ¿qué te ha parecido? ¡Vota aquí!
El Supercor Express está en la calle Juana de Vega en el número 10-12